martes, 1 de julio de 2014

ROJO SAN FERMIN




Desde mi balcón aquello parecía una enorme alfombra roja. Pañuelos rojos en alto esperando el momento de la señal, el chupinazo, con el que Pamplona se transformaría durante 9 días. 

Aquella enorme marea humana políglota y cosmopolita agolpada en la plaza del Ayuntamiento aguardaba ansiosa el sonido de los cohetes que junto al ¡Gora San Fermín!, ¡Viva San Fermín!, darían por inauguradas las fiestas. 

Y a las 12 en punto, el mundo cambió. Y San Fermín renació. Todo se tornó entonces aún más rojo. Rojo vida. Rojo como el corazón de los pamploneses y de aquellos que, como yo, asistíamos emocionados a aquella explosión de alegría.


Rojo como el color del vino tinto que baña las calles del casco antiguo pamplonés. 

Rojo como los rostros tensos de los corredores que hacen sus carreras en los encierros. 

Rojo como la sangre de los astados en el albero del coso. 

Rojo como el Ajoarriero y los pimientos del piquillo que meriendan las peñas en los toros. Rojo como las mejillas de los niños al ver desfilar a Gigantes, Kilikis, Zaldikos y Cabezudos. 

Rojo como el manto de San Fermín. Rojo como el escudo de Navarra. Rojo corazón. Rojo pasión. 

Rojo San Fermín. 
                                                                                               
                                                                                        Ana Gamero

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