miércoles, 30 de octubre de 2013

AY CORAZON

¿Qué es un corazón?. Un órgano interno que se encarga de impulsar la sangre por todo el cuerpo, el motor de nuestro chasis, el impulsor de nuestra vida. Y como tal elemento imprescindible en nuestra existencia, en el sentido más físico de la palabra, se alza también como conductor de impulsos, instigador de sentimientos y sufridor de nuestras desdichas, en el aspecto emocional y metafísico del concepto.

Con él amamos, intensamente, apasionadamente, ciegamente, alocadamente, provocando aceleraciones en nuestro pulso, enrojecimiento de la piel, ceguera absoluta e hiperventilación frente a otro corazón. Entonces todo se vuelve maravilloso y el mundo adquiere un color especial. La sonrisa bobalicona se asoma a nuestro rostro y todas las canciones engendran palpitaciones irremediables.

Con su estado de excitación nuestro cuerpo reacciona cual marioneta que él maneja a su antojo, dejándonos huérfanos de voluntad, desprovistos del sentido de la lógica, alejados de la realidad. Pero el muy bandido lo envuelve en un halo de entusiasmo, excitación y embelesamiento que nos impide ver la auténtica medida de las cosas, la objetividad de las situaciones y el escenario en el que nos movemos.

Y cuando se cierra el telón y la obra de teatro llega a su fin la realidad se impone y llega la oscuridad. Entonces ese motor de nuestro día a día se ralentiza, se apelmaza y se repliega para convertirse en tan solo una verruga que late pero que no siente. Respiras, caminas, comes y duermes pero él no te ayuda. Te pesa sobremanera, te arrastra a la tristeza más profunda. Te condena al ostracismo y a la invisibilidad y te desgarra el alma.

En ese momento el cielo se vuelve gris,  las lágrimas sustituyen a las sonrisas ilusionadas y a los suspiros robados. Los ojos dejan de brillar y la mirada se pierde en un marasmo de infelicidad. Dejamos de navegar bajo el sol, al suave ritmo de las olas y nos embarcamos en un cayuco sin esperanza, jaleado por la tormenta y el desasosiego. Sin ilusiones. Sin tierra a la vista.

Y todo, movido por ese pequeño ser que tiene vida propia y que nos acerca o nos aleja de la felicidad a su antojo. Química, lo llaman. Que dicen que sale del cerebro pero que encuentra su caldo de cultivo en el corazón. República independiente en nuestro cuerpo, en nuestra alma, en nuestro ser, que va por libre y nos impide ser nosotros mismos y actuar con cordura e independencia.

Maldito corazón. Bendito corazón. Eh ahí la cuestión. La que no podemos dilucidar ni comprender. La que no nos atrevemos ni siquiera a plantear porque todos perseguimos su bienestar pero pocos medimos las consecuencias de entregarnos a sus caprichos.

Respirar, respirar, respirar… Un ejercicio tan automático y reflejo se hace a veces tan difícil cuando nuestro amigo entra en juego, que en ocasiones se te hace casi imposible inspirar una vez más, seguir con tu vida, olvidar y dejar de soñar.

Son las traiciones de un corazón caprichoso el que albergamos, que se mueve a su propio ritmo sin contar con nosotros y que nos da una de cal y otra de arena insuflando una mezcla de ilusión y desazón que en ocasiones provoca el caos en nuestro universo.

Ay corazón, ¿Por qué no le haces caso a la razón?. Ella sabe, entiende, dilucida, analiza y piensa en qué es lo mejor. Ay corazón ¿Por qué eres tan rebelde? ¿No ves que en ocasiones, detrás del Oasis, sólo existe el desierto?. ¿No entiendes que después de las mariposas y la montaña rusa de emociones te quedas sin fichas? Y entonces toca lamerse las heridas, sanar ese corazón roto y anestesiarlo para que no sufra más de lo necesario.

Pero un día, sin quererlo, sin pretenderlo, sin buscarlo y como por arte de magia, un clik hará saltar de nuevo el resorte que conseguirá que vuelva a latir con fuerza. Y entonces la locura volverá a comenzar… Ay Corazón, que difícil es vivir contigo. Cuál imposible es no hacerlo.
                                                                                                                ANA GAMERO


viernes, 11 de octubre de 2013

PODEROSO CABALLERO ES DON DINERO

   
Ya lo dijo el Ilustre Francisco de Quevedo en uno de sus más conocidos poemas: `Poderoso Caballero es Don Dinero´. Desde

que el insigne escritor del siglo de Oro español plasmara en este poema su crítica satírica a la sociedad del siglo XVI y la reflejara en todos y cada uno de los aspectos de la vida del ser humano, ha llovido mucho.  Y sin embargo, desde que el mundo es mundo, llueve. Y siempre igual para todos.

Y por más paraguas que hayan inventado, nadie se libra de mojarse. El poder del dinero, las ansías por amasar fortuna, la avaricia que lo origina y las nefastas consecuencias que produce han hecho del vil metal la causa de las peores maldades imaginables.

 Por dinero se han cometido asesinatos. Por dinero se han enfrentado naciones. Por dinero se ha vilipendiado, se ha injuriado, se ha traicionado. Por dinero se han matado recuerdos y se han sustituido por monedas. Por dinero se han enterrado sentimientos para resucitar rencores. Por dinero se ha enmascarado la verdad para cubrirla con la careta de la mentira.

Por dinero se han enfrentado familias, padres contra hijos, hermanos contra hermanos, parejas aparentemente bien avenidas. Por dinero se ha olvidado la esencia del ser humano y se ha optado por la materialidad, la superficialidad, la pátina dorada bajo la cual solo existe soledad y podredumbre. Porque el dinero corrompe el alma, aletarga los sentidos, pudre la voluntad y envenena a aquel que lo desea tanto que al final pierde la perspectiva de la realidad para convertirse en un cíclope con vista unidireccional que solo ve dinero y que aplasta a todo aquel que se cruza en su camino.

Muchos de vosotros me diréis… bla,bla,bla…el dinero es necesario. El dinero mueve al mundo. El dinero lo puede todo… pero pensad por un momento en aquellas cosas verdaderamente importantes. Aquellas cosas que nos hacer ser humanos y plenamente felices. Esas no se pueden comprar con dinero.

Un amanecer que anuncia un nuevo día, una playa desierta, el arco iris tras la lluvia, el milagro de la vida, una mirada deseada, el abrazo sincero de un amigo, un Te quiero verdadero, la sonrisa de un niño amado.

Todas esas cosas son gratis y tan sencillas, tan puras, tan básicas que no nos damos cuenta del enorme valor que tienen. El valor más importante, el que más cotiza en el alma del ser humano, la apuesta más segura para ser feliz, el tesoro que nos llevaremos cuando acabe nuestro ciclo de la vida.

Lástima que haya quien elija sacar a bolsa todos estos valores para ganar en acciones monetarias que se quedarán aquí para que otros se lo repartan.  Una verdadera lástima desperdiciar una vida pensando en el tener más que en el ser. 


Porque como suele decirse, el dinero no da la felicidad, ni siquiera se le acerca. 

                                                                                                                             
                                                                                                                               ANA GAMERO