lunes, 30 de diciembre de 2013

SALIR DE LA ZONA DE CONFORT



Son tiempos convulsos, tiempos de crisis, tiempos de parálisis. Y todos esos estados  que azotan a nuestra sociedad y nos condicionan día tras día se están empezando a pegar de manera peligrosa a nuestra piel y colándose en nuestros corazones y en nuestras almas como la Nada. Y eso es lo que están creando: La Nada. Oscuridad, silencio, amargura, conformismo, desazón.

Y paradójicamente, algunos llaman a esa sensación Zona de Confort, un lugar en el que encontramos la ficticia seguridad de nuestras vidas, un mullido colchón en el que recostarnos sabiendo que su interior no es lana pura sino 100% sintético.

Y aún así, seguimos amodorrados, aterrorizados ante la simple idea de cambiar de postura, ateridos solo con pensar en modificar nuestros hábitos de vida hecha a medida, planificada y diseñada para garantizar un futuro acomodado a nuestras expectativas y a lo que de nosotros  esperan los demás.

Esa Zona de Confort que nos imbuye acalla conciencias y mata esperanzas, ilusiones y fantasías. No hay lugar para ellas aquí. Amordaza iniciativas, refrena impulsos y aletarga pasiones. Acaba con todo lo que no sea políticamente correcto.

Y funciona, funciona para aquellos que se resignan a vivir una vida inventada. Sirve de airbag para los que no se atreven a ser diferentes y para aquellos que no quieren dar titulares. Va de perlas para los que no quieren complicarse la vida y aceptan su destino carente de autentica felicidad, que disfrazan bajo la apariencia de estabilidad.

Pero solo nosotros somos los dueños de nuestro destino y solo en nuestra mano está cambiarlo. Aunque para ello haga falta un sacrificio. Un terremoto que mueva los pilares sobre los que hemos construido nuestra existencia pseudoperfecta. Hace falta coraje y valor, arrojo y pasión por la vida, por la auténtica vida.

Porque sólo vivimos una vez y emplear nuestro único comodín en una partida insulsa y aburrida, carente de pasión y emociones es como rendirnos antes de empezar, tirar la toalla ante un futuro que puede que sí, puede que no, quizá ofrezca un                                                     sentido a nuestra vida. 

Todo es cuestión de querer jugar con intensidad.

Para eso hace falta escuchar a nuestro corazón. Ese que lucha incansablemente contra la razón, contra lo establecido, contra el status adquirido, contra la estabilidad económica. Ese que siente contra viento y marea, que sonríe ante la sola hipótesis de una vida diferente, aquel que transpira pasión por cambiar las cosas y darles la vuelta. Ese que respira rebeldía.

Solo unos pocos, los más arriesgados y valientes lo lograrán. Saldrán de esa mal llamada Zona de Confort y por fin vivirán. Vivirán la vida que quieren vivir, la real, la de verdad. Habrán dejado en el camino comodidades e imagen pero se habrán ganado, por derecho propio, la vida. Su vida. La que cada uno quiera vivir. Y entonces, lograrán la verdadera felicidad.


                                              (…) “Soy el amo de mi destino
                                                    Soy el capitán de mi alma”
                                                                       
                                                                          William Henley                    




ANA GAMERO.

jueves, 19 de diciembre de 2013

EL VINCULO


Un buen día, Gisela llegó del colegio con una pregunta. Estaba en la edad de plantear cuestiones por doquier y su madre casi siempre salía victoriosa de los interrogatorios. Pero hoy Gisela la esperaba con todo un reto.

-Mamá, ¿ Qué es un vínculo?.Sus grandes ojos verdes la miraban esperando una respuesta, pero ésta no llegaba. La sorpresa inicial había dado paso a una reflexión profunda y a una interiorización de todo aquello para poder dar una explicación que sobrepasara lo abstracto y se situara al nivel del entendimiento de aquella curiosa pequeña de 5 años.

La cogió de la mano y la llevó consigo hasta el mullido sofá. Le indicó que se sentara y la invitó a abrazar un cojín.

-Un vínculo es una conexión, le dijo mientras le acariciaba la cabecita. –Un vínculo es lo que tú y yo tenemos, Gisela, porque entre nosotras existe amor, respeto, cariño, complicidad y comprensión. Todo eso da lugar a un vínculo, o lo que es lo mismo, una sucesión de sentimientos y emociones entre las personas que hace que estas permanezcan siempre unidas.

Gisela intentaba entender, pero el concepto se le escapaba. Su madre volvió a intentarlo.

-Desde el momento en el que supe que estaba embarazada de ti, entre nosotras se creó un vínculo, igual que el cordón umbilical al que permanecimos unidas durante 9 meses. Ese vínculo es tan fuerte que ya nunca se rompe, a pesar del tiempo y la distancia. A pesar de las discusiones que podamos tener o del carácter de cada una. El vínculo es mágico e irrompible.

-Y eso sólo lo tenemos tú y yo, mami?-preguntó Gisela boquiabierta.

-No, hija, el vínculo no es sólo nuestro, sino de todas aquellas personas que abren su corazón a los demás. Es como un lazo invisible que nos une a través del amor, la amistad, el afecto, el compañerismo, la familia y que nos hace sentirnos especiales con la persona con la que lo compartimos.

-Tener un vínculo con alguien es como tener un tesoro, pequeña. Porque nadie puede vivir solo. Necesitamos amar y ser amados. Ser y tener amigos. Buscar y encontrar retazos de nosotros mismos en los demás. 

Una mirada cómplice, unas risas con las amigas, un abrazo sin motivo aparente, una pasión compartida o aficiones en común. 
Todas esas pequeñas cosas hacen que creemos vínculos con el mundo y nos sintamos parte de algo y cercanos a alguien.
Gisela parecía absorta en sus pensamientos, absorbiendo las palabras de su madre, digiriéndolas, reflexionando sobre ellas, porque, a pesar de su corta edad, aquella era una niña especialmente madura, serena y sensitiva.

-Ya nunca se me olvidará lo que es un vínculo, mamá- dijo al poco rato. Porque me lo has explicado tú y porque ahora sé que esto que yo sentía ahora tiene nombre.

- Recuérdalo siempre, mi amor, porque de ello dependerá en gran parte tu felicidad. De establecer vínculos afectivos con las personas que te rodean. Sonreir ante las pequeñas cosas, hacer un guiño a la vida y regalar momentos mágicos a los demás. Y así atesorarás vínculos y experiencias increíbles que te harán una gran persona.

-Mamá, ¿me das un abrazo?...

sábado, 16 de noviembre de 2013

CARPE DIEM by Mara




Todos, absolutamente todos tenemos una historia que contar, una memoria que rescatar, unos recuerdos para no olvidar. Historias de cada día convertidas en pan de oro para quien las ha vivido y atesoradas como vivencias imperecederas. Porque lo vivido siempre deja rastro, en el corazón, en la mente, en la intrahistoria de cada uno de nosotros.

Mara era una mujer tímida y algo apática. Parecía cansada. Sus ojos tristes así lo expresaban y su mirada lánguida delataba que ya no esperaba nada del mundo.

Había sido una buena hija, una ejemplar hermana y una dedicada esposa y madre. Pero de eso hace ya mucho tiempo.

Dejaba pasar los días dedicándose a los demás, afanada en las tareas del hogar y buscando la forma de agradar siempre a los suyos. Siempre preocupada por todos, menos por sí misma.

Y le iba bien. O eso al menos se repetía una y otra vez, aunque las constantes depresiones gritaban a los cuatro vientos que había algo que fallaba en su vida.
Era ella. En el fondo, en lo más recóndito de su alma, sabía que era ella.

Se miraba al espejo y se veía fea. Y cada mañana apreciaba una nueva veta de edad en sus párpados. Ya sólo sonreía en presencia de los demás, para que pareciera que era feliz. Pero no lo era.

Lo supo el día que conoció a aquel policía.

Parada frente al semáforo en rojo, pensando en sus cosas, no se dio apenas cuenta de que la luz había pasado a verde. Sólo el sonido de los cláxones la despertaron de su ensimismamiento. Al avanzar por la avenida, notó que un coche azul oscuro la seguía de cerca. Al principio le bastó con mirar un par de veces por el retrovisor, pero poco a poco, metro a metro, los nervios por la cercana presencia de aquel Audi se empezaron a meter en el estómago. Los vistazos al espejo se multiplicaron y el miedo hizo presa de ella.

No sabía que podía estar pasando, aunque no sin cierta ironía se dijo que al menos eso era algo nuevo en su vida.

Siguiente semáforo. El Audi se coloca a su lado.

No quería ni mirar, parecía que le hubieran puesto un collarín. Pero la curiosidad pudo más que ella. Y volvió la vista.

Fue una auténtica explosión. Sus ojos se cruzaron y ya no se despegaron. Sin mediar palabra, ni una sola sonrisa. Solo una intensa y penetrante mirada que la paralizó y la dejó sin aliento.

Nunca le había pasado nada igual. Nunca un semáforo había tardado tanto en cambiar de color. Nunca había querido permanecer prendida de unos ojos tanto tiempo.

Iniciada la marcha, se sorprendió cambiando su posición. Ahora era ella la que le seguía y él el que miraba por el retrovisor.

El corazón le latía con más fuerza que los caballos que llevaba su coche y su pulso galopaba por caminos que nunca antes había recorrido.

Dejaban atrás el centro y se adentraban en una zona rural, con casas repartidas a ambos lados y junto a ellas, esqueletos de invernaderos que  dejaban ver su pasado glorioso.

Se sorprendió sobremanera cuando comprobó que el vehículo al que sin pensarlo seguía ponía la intermitencia y aminoraba la marcha hasta parar en una zona de descanso. Y entonces cometió la locura. Y su vida cambió para siempre. Ella también paró.

Vio como si de una película se tratara como aquellos ojos tenían piernas que, lentamente, bajaban del coche. Zapatos pulcros, pantalón con raya perfectamente planchada. Fue subiendo con la mirada. Cinturón negro, hebilla plateada. Camisa azul. Puños remangados. Cuello abierto. Se fijó en la hendidura de su garganta y en la piel morena de su rostro. No era guapo. Pero esos ojos…

Inmovil en el coche, vio cómo él se acercaba y se inclinaba hasta situarse a la altura de la ventanilla. Entonces, sonrió…

En aquel momento no lo sabía, ni siquiera lo intuía, pero cuando Mara pulsó el botón que abría el cristal, también destapó la caja de Pandora de su propia vida.

Juntos iniciaron un recorrido extraordinario por los senderos de sus cuerpos.

Al principio, él tomo la iniciativa, ávido de probar los sabores y las esencias de aquella mujer que le había fascinado de un simple vistazo, cuando rodeaba una rotonda con la mirada perdida, ensimismada y como perdida.

Mara, tímida y abigarrada, hacía lo posible por mantener la compostura, evitar que sus piernas temblaran y tratar de no pensar… mente en blanco, mente en blanco… aquello era una locura… mente en blanco… mente en blanco…

El contacto de sus manos hizo el milagro y todo su cuerpo vibró. Se dejó arrastrar por aquella marea de pasión que ni siquiera sabía que existiese. Cerró los ojos y sintió, como hacía mucho tiempo que no sentía. Sentía por ella. Para ella. Y gozó.

Solo más tarde sabría que él era policía. Quizá por eso siempre se sintió segura. La dureza de su profesión contrastaba con la dulzura de sus caricias y el calor de sus palabras, que salían de sus aterciopelados y carnosos labios como piel de melocotón.

Los wasap empezaron a circular, las llamadas se hicieron cada vez más frecuentes y las citas a hurtadillas se convirtieron en ansiadas aventuras con las que salvarse de la monotonía y la cotidianidad.

Y poco a poco, casi sin darse cuenta, su vida dio un giro radical. Ya se asomaba al espejo con otra mirada, volvía a sentirse mujer, querida, deseada.  Cada mañana,  se sorprendía sonriendo sin razón y esos ojos, aquellos ojos otrora desprovistos de luz, empezaron a brillar.

Brillaban mientras hacía las tareas del hogar, porque ahora pensaba en el nuevo reencuentro con aquel hombre que le había devuelto a la mujer que un día fue. Cantaba en el baño como la sirena que él había visto en ella y soñaba. Había vuelto a soñar...

La historia que habían iniciado había prendido en su interior. Ya no era sólo sexo. Y ahí empezaba lo peligroso. Ella se había convertido en su Nena. El en su Cielo.

Aquella señora resignada a pasar el resto de su vida tal y como había planeado dejó paso a la mujer apasionada y valiente que dormía en su interior. Siempre había estado ahí pero las circunstancias la habían aletargado. El la había despertado y ahora ya sería muy difícil volver a dormir a aquella chica valiente. Porque si había algo que ahora tenía claro es que ya no quería volver atrás, costara lo que costara, pagase el precio que pagase. Y no era por El. Lo hacía por ella.

Poco a poco, su familia comenzó a notar ese cambio de actitud, a apreciar su alegría en pequeños detalles. Incluso sus amigas parecieron ponerse de acuerdo para verla más guapa…- Si ellas supieran-, sonreía Mara para sus adentros.

Lejos de complicarle la existencia, que, para que engañarse, se la había complicado, aquella relación furtiva le había devuelto a Mara el respeto a sí misma y le había mostrado el reflejo de su yo verdadero.

Y frente a ese espejo había aparecido la niña sin miedo, la chica alocada que fue, la Mara valiente,  la mujer apasionada que nunca debió dejar de ser.

Entonces, frente al espejo de sí misma, Mara se dijo que aquello había merecido la pena. No importaba cuánto durase. Porque había servido para devolverle la felicidad, por breve que fuera.

Felicidad, qué palabra tan bonita, tan lejana a veces, tan cercana otras. Tanto, que parecía poder tocarla con la yema de los dedos.

No se arrepentía de aquella locura. Se hubiera arrepentido de no haberla hecho. Toda la vida.

Vive el momento. Carpe Diem.


                                                                                  
                                                                      ANA GAMERO

miércoles, 30 de octubre de 2013

AY CORAZON

¿Qué es un corazón?. Un órgano interno que se encarga de impulsar la sangre por todo el cuerpo, el motor de nuestro chasis, el impulsor de nuestra vida. Y como tal elemento imprescindible en nuestra existencia, en el sentido más físico de la palabra, se alza también como conductor de impulsos, instigador de sentimientos y sufridor de nuestras desdichas, en el aspecto emocional y metafísico del concepto.

Con él amamos, intensamente, apasionadamente, ciegamente, alocadamente, provocando aceleraciones en nuestro pulso, enrojecimiento de la piel, ceguera absoluta e hiperventilación frente a otro corazón. Entonces todo se vuelve maravilloso y el mundo adquiere un color especial. La sonrisa bobalicona se asoma a nuestro rostro y todas las canciones engendran palpitaciones irremediables.

Con su estado de excitación nuestro cuerpo reacciona cual marioneta que él maneja a su antojo, dejándonos huérfanos de voluntad, desprovistos del sentido de la lógica, alejados de la realidad. Pero el muy bandido lo envuelve en un halo de entusiasmo, excitación y embelesamiento que nos impide ver la auténtica medida de las cosas, la objetividad de las situaciones y el escenario en el que nos movemos.

Y cuando se cierra el telón y la obra de teatro llega a su fin la realidad se impone y llega la oscuridad. Entonces ese motor de nuestro día a día se ralentiza, se apelmaza y se repliega para convertirse en tan solo una verruga que late pero que no siente. Respiras, caminas, comes y duermes pero él no te ayuda. Te pesa sobremanera, te arrastra a la tristeza más profunda. Te condena al ostracismo y a la invisibilidad y te desgarra el alma.

En ese momento el cielo se vuelve gris,  las lágrimas sustituyen a las sonrisas ilusionadas y a los suspiros robados. Los ojos dejan de brillar y la mirada se pierde en un marasmo de infelicidad. Dejamos de navegar bajo el sol, al suave ritmo de las olas y nos embarcamos en un cayuco sin esperanza, jaleado por la tormenta y el desasosiego. Sin ilusiones. Sin tierra a la vista.

Y todo, movido por ese pequeño ser que tiene vida propia y que nos acerca o nos aleja de la felicidad a su antojo. Química, lo llaman. Que dicen que sale del cerebro pero que encuentra su caldo de cultivo en el corazón. República independiente en nuestro cuerpo, en nuestra alma, en nuestro ser, que va por libre y nos impide ser nosotros mismos y actuar con cordura e independencia.

Maldito corazón. Bendito corazón. Eh ahí la cuestión. La que no podemos dilucidar ni comprender. La que no nos atrevemos ni siquiera a plantear porque todos perseguimos su bienestar pero pocos medimos las consecuencias de entregarnos a sus caprichos.

Respirar, respirar, respirar… Un ejercicio tan automático y reflejo se hace a veces tan difícil cuando nuestro amigo entra en juego, que en ocasiones se te hace casi imposible inspirar una vez más, seguir con tu vida, olvidar y dejar de soñar.

Son las traiciones de un corazón caprichoso el que albergamos, que se mueve a su propio ritmo sin contar con nosotros y que nos da una de cal y otra de arena insuflando una mezcla de ilusión y desazón que en ocasiones provoca el caos en nuestro universo.

Ay corazón, ¿Por qué no le haces caso a la razón?. Ella sabe, entiende, dilucida, analiza y piensa en qué es lo mejor. Ay corazón ¿Por qué eres tan rebelde? ¿No ves que en ocasiones, detrás del Oasis, sólo existe el desierto?. ¿No entiendes que después de las mariposas y la montaña rusa de emociones te quedas sin fichas? Y entonces toca lamerse las heridas, sanar ese corazón roto y anestesiarlo para que no sufra más de lo necesario.

Pero un día, sin quererlo, sin pretenderlo, sin buscarlo y como por arte de magia, un clik hará saltar de nuevo el resorte que conseguirá que vuelva a latir con fuerza. Y entonces la locura volverá a comenzar… Ay Corazón, que difícil es vivir contigo. Cuál imposible es no hacerlo.
                                                                                                                ANA GAMERO


viernes, 11 de octubre de 2013

PODEROSO CABALLERO ES DON DINERO

   
Ya lo dijo el Ilustre Francisco de Quevedo en uno de sus más conocidos poemas: `Poderoso Caballero es Don Dinero´. Desde

que el insigne escritor del siglo de Oro español plasmara en este poema su crítica satírica a la sociedad del siglo XVI y la reflejara en todos y cada uno de los aspectos de la vida del ser humano, ha llovido mucho.  Y sin embargo, desde que el mundo es mundo, llueve. Y siempre igual para todos.

Y por más paraguas que hayan inventado, nadie se libra de mojarse. El poder del dinero, las ansías por amasar fortuna, la avaricia que lo origina y las nefastas consecuencias que produce han hecho del vil metal la causa de las peores maldades imaginables.

 Por dinero se han cometido asesinatos. Por dinero se han enfrentado naciones. Por dinero se ha vilipendiado, se ha injuriado, se ha traicionado. Por dinero se han matado recuerdos y se han sustituido por monedas. Por dinero se han enterrado sentimientos para resucitar rencores. Por dinero se ha enmascarado la verdad para cubrirla con la careta de la mentira.

Por dinero se han enfrentado familias, padres contra hijos, hermanos contra hermanos, parejas aparentemente bien avenidas. Por dinero se ha olvidado la esencia del ser humano y se ha optado por la materialidad, la superficialidad, la pátina dorada bajo la cual solo existe soledad y podredumbre. Porque el dinero corrompe el alma, aletarga los sentidos, pudre la voluntad y envenena a aquel que lo desea tanto que al final pierde la perspectiva de la realidad para convertirse en un cíclope con vista unidireccional que solo ve dinero y que aplasta a todo aquel que se cruza en su camino.

Muchos de vosotros me diréis… bla,bla,bla…el dinero es necesario. El dinero mueve al mundo. El dinero lo puede todo… pero pensad por un momento en aquellas cosas verdaderamente importantes. Aquellas cosas que nos hacer ser humanos y plenamente felices. Esas no se pueden comprar con dinero.

Un amanecer que anuncia un nuevo día, una playa desierta, el arco iris tras la lluvia, el milagro de la vida, una mirada deseada, el abrazo sincero de un amigo, un Te quiero verdadero, la sonrisa de un niño amado.

Todas esas cosas son gratis y tan sencillas, tan puras, tan básicas que no nos damos cuenta del enorme valor que tienen. El valor más importante, el que más cotiza en el alma del ser humano, la apuesta más segura para ser feliz, el tesoro que nos llevaremos cuando acabe nuestro ciclo de la vida.

Lástima que haya quien elija sacar a bolsa todos estos valores para ganar en acciones monetarias que se quedarán aquí para que otros se lo repartan.  Una verdadera lástima desperdiciar una vida pensando en el tener más que en el ser. 


Porque como suele decirse, el dinero no da la felicidad, ni siquiera se le acerca. 

                                                                                                                             
                                                                                                                               ANA GAMERO

viernes, 20 de septiembre de 2013

Carta de una madre a su hija


Mi querida Niña:

 Cumples 10 años. Tu primera década. Ya eres  mayor. Te estás convirtiendo, poco a poco, día a día, en una preciosa mujercita con un carácter fuerte y una gran personalidad.

Sigues conservando, eso sí, esa mirada limpia y pura, blanca como tu corazón. Decidida y espontánea. Impulsiva e Inteligente. Profunda como tu misma esencia.  Porque tú alma es Grande, Mi Niña. Y no permitas que nunca, nadie, te diga lo contrario.

Ha sido un año difícil, largo y duro, pero tú, con una madurez impropia para tu edad, has estado ahí en todo momento. Asimilando las nuevas circunstancias desde el silencio y la reflexión. Ayudando a tu hermano a entender lo que al mismo tiempo intentabas entender tu misma.

Pero lo hemos conseguido, Mi Niña. Hemos superado los malos tiempos y ahora, con tus recién cumplidos 10 años te toca empezar otra etapa de tu vida. Una etapa que estará plagada de cambios, de sorpresas, de momentos especiales, de cosas maravillosas que te convertirán en una gran mujer.

Parece que fue ayer cuando te cogí en mis brazos por primera vez. Y tu llanto asustado se calmaba al ritmo que escuchabas mi corazón. Siempre tan buena, siempre tan comilona, siempre tan magnífica compañía.

El tiempo ha pasado casi sin darme cuenta y como si de una estrella fugaz se tratara, has surcado los primeros diez años de tu vida a una gran velocidad, dejando una estela de recuerdos imborrables, de estampas únicas, de imágenes que permanecerán por siempre en mi memoria.

Espero haberlo hecho bien durante estos primeros años de tu vida. Dios sabe que lo he intentado y he puesto todo mi amor y mi empeño en ser mamá, algo a lo que nadie te enseña, un temario sin libro de instrucciones que tienes que aprender día a día a base de mucho cariño y aún más esfuerzo y sacrificio. 

Pero los desvelos nocturnos, las preocupaciones, la inquietud ante una fiebre inoportuna, la incertidumbre por tu futuro. Todo eso ha merecido la pena cuando te miro ahora.

Tu seguridad en ti misma, tu desparpajo, tu responsabilidad, son tu sello de identidad. No lo pierdas nunca. Y crece despacio. Tienes, si Dios quiere, toda una vida por delante para vivir intensamente. Pero sabe mejor si la bebes a sorbos, disfrutando de cada momento que te regale el destino. Y ríe, cariño. Ríe mucho. Porque la risa sana las heridas del corazón y alegra el alma.

Sigue siempre tu camino, márcate metas, siempre adelante, siempre con humildad pero con cabeza alta. No pierdas nunca tu corona de princesa. Porque eso es lo que eres, mi princesa. Una princesita de 10 años que pronto será una jovencita que prescindirá del rosa y querrá volar. Y yo estaré ahí para ver tu vuelo, siempre alerta, siempre pendiente, siempre preparada para tenderte los brazos si caes. Las madres somos así. Es algo que viene en el pack.

Yo seré tu madre toda la vida y tú serás mi niña toda la vida. Aunque crezcas, aunque ya no me necesites, yo seré siempre como aquella madre primeriza a la que un 20 de septiembre de 2003 le pusieron a su niña en los brazos.

Sé feliz. Sé muy feliz. Oblígate a serlo, todos los días, aunque el tiempo arrecie y la mar este bravía. Inténtalo con todas tus fuerzas. Porque de ello dependerá el resto de tu vida.

Te quiero. Te quiero como todavía tú no puedes entender. Con fuerza, con pasión, con desesperación. Te quiero porque eres lo mejor que me ha pasado en la vida y porque tú haces que sea mejor persona, consigues que saque fuerzas cuando estas me abandonan y me empujas a seguir adelante, por ti, por nosotras.

Mi deseo para este día de tu cumpleaños: ¡que estemos siempre juntas! , porque Juntas formamos un gran equipo, Mi Niña, mi princesa, mi tesoro.

                                               Te quiero.xxxx

                                                           Mamá.

jueves, 13 de junio de 2013

LA MONEDA DE DOS CARAS


     

Una conocida marca de refrescos ha plantado cara a la marea social en contra de los políticos para plasmar en un anuncio televisivo la otra parte de la historia, esa que habla de personas entregadas, que tienen ideales, que creen que es posible un mundo mejor y  que arriman el hombro para conseguirlo.

Esos que conforman la cruz de esa moneda en la que muchas veces  solo sale la cara de casos de corrupción, de personajes sin escrúpulos que trepan buscando intereses económicos y personales, de aquellos que ocupan las portadas de los medios de comunicación y rellenan páginas y páginas de periódicos con polémicas, idas y venidas a los tribunales y que escandalizan a los hombres y mujeres de bien que cada día nos dejamos la piel para poder subsistir.

Se ha creado una corriente de opinión generalizada que sitúa a los políticos en el ranking de los peor valorados, muchas veces con toda la razón. Pero no debemos olvidar que el hombre en sí mismo es político, porque la política es intrínseca al ser humano como ser social y es la herramienta necesaria para la interrelación y socialización.

Hombre y política han convivido casi desde el inicio de los tiempos, en un intento de buscar fórmulas para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y dar solución a sus problemas, si bien, fue en la antigua Grecia cuando la política tuvo su mayor transformación con el nacimiento de la democracia.

Filosofía y política se daban la mano entonces con Platón, quien elaboró el primer tratado sistemático de política y aseguraba que por su formación y elevadas cualidades, los sabios y filósofos están destinados a gobernar y escribía: “El gobernante deberá vivir en colectividades y atender los intereses de la mayoría o pueblo. No tendrá derecho a poseer propiedades, porque la confusión entre intereses públicos y particulares es la principal causa de la degeneración en el poder”. El mensaje no puede ser más actual.

Aristóteles defendería más tarde la propiedad privada y se mostraría convencido de que el hombre sólo puede realizarse en una comunidad política; por eso lo definió como un “animal político”.

Pero no fueron los únicos. Confucio difundía sus ideas acerca del buen gobierno. Entre los deberes de los hombres de gobierno menciona el amar al pueblo y buscar los medios para satisfacer sus necesidades. Junto a él , el filósofo chino, Lao Tse, aconsejaba a las autoridades la mínima intervención en la vida de los pueblos y la moderación en la aplicación de impuestos y reglamentaciones. Más tarde, en el Renacimiento, Maquiavelo escribió su tratado de doctrina política titulado, El Príncipe.

¿Por qué entonces desvirtuar algo tan bello como la política?. ¿Por qué hemos llegado a extremos en los que la política se ha convertido en lugar de en un fin en un burdo medio para muchos a través del cual hacerse rico o sumar influencias?.

Eso no es la política. Esos no son políticos sino farsantes, personajes trileros que roban, engañan y mienten en beneficio propio y que han hecho y están haciendo un enorme daño a la sociedad, que ha dejado de creer, ha dejado de confiar en sus políticos y les ha metido en el mismo saco que a los encantadores de serpientes .

Pero no todos los políticos son así. Aún hay esperanza para la política. Lo sé. Porque todavía hay gente que cree en ella como vehículo para ayudar a los demás. Porque aún hay hombres y mujeres dispuestos a sacrificar sus vidas y sus profesiones por un ideal, que no es otro que hacer de la política lo que siempre fue: un instrumento para servir al pueblo.

Por mi trabajo he conocido a muchos políticos. Y puedo decir que he visto a personajes que se disfrazaban como tal en busca de paga, poder  y posición. Gente sin escrúpulos para los que la ética y el talante democrático dejaba de existir si de ello dependía un sillón. Estúpidos que pensaban que podían engañar al pueblo montando circos y haciéndose pasar por quienes no eran.

Pero también conozco a personas que aman la política en toda su esencia. Hombres y mujeres honestos que ceden su tiempo, su esfera privada, su trabajo y su espacio familiar para servir a los demás. Hombres y mujeres que se levantan, como todos nosotros, a las 7 de la mañana y pasan el día de un lado a otro, con el teléfono que no para de sonar y repleto de mensajes y wasap.

Comen fuera de casa, se enfrentan a mil problemas con optimismo y regresan de noche al hogar cuando sus hijos ya duermen para seguir trabajando, revisando documentos, leyendo informes y respondiendo e-mails hasta altas horas de la madrugada. Esos hombres y mujeres que no tienen horario de entrada y salida, que no pueden organizar un fin de semana, que atienden a los ciudadanos en mitad de la calle, que buscan la manera de ayudarles a solucionar sus problemas sin más recompensa que el servicio a los cuidadanos.

Estos son para mí los héroes de la política, personas de carne y hueso, de la vida real, que ahora parecen ser invisibles para la masa que jalona y golpea a los políticos metiéndolos a todos en el mismo saco.

Y eso no es justo. No es justo para la política. No es justo para los ciudadanos. No es justo para esos valientes que en cada pueblo, en cada ciudad, actúan, reaccionan y se ponen a disposición de sus vecinos para mejorar sus vidas. No es justo para aquellos que sacrifican su Yo por el Vosotros.

Por eso creo que el anuncio de Aquarius nos da un toque de atención y nos invita a mirar hacia ese otro lado de la moneda en la que podremos ver a políticos de raza, con convicciones y principios, con honradez, capacidad de trabajo y sacrificio, que dedican su vida a trabajar por el bien común y que creen en la política como un fin. Solo tenemos que mirar a nuestro alrededor. Están ahí. Y no son pocos.
                                                                                  

                                                                                                                               ANA GAMERO




lunes, 3 de junio de 2013

IN MEMORIAM



Anoche soñé contigo…

Y esta mañana, al despertar, no estabas.


Y la casualidad o no, ha querido que hoy al ojear la prensa lea que el 1 de junio se celebra el Día Internacional de los Supervivientes al Cáncer…pero tú no estás aquí para festejarlo.

La cruel enfermedad no te ha permitido ser parte de esa estadística. Te arrancó de los brazos de tu hija cuando más te necesitaba, te cercenó la ilusión de verla vestida de blanco para su comunión. 


Destino cruel que no te dejó el tiempo necesario para alcanzar el sueño de toda madre y al que tú te agarraste con tanta fuerza que creaste surcos en el hediondo rostro de la muerte.

Su sombra inundó tus pulmones y llevó la negrura a tu cuerpo pero no logró  adentrarse en tu alma. Carmen, Carmen, Carmen… siempre sonriente, siempre positiva, siempre luchadora.

Tu gorrito era el complemento perfecto para un rostro tan sereno y decidido como el tuyo. Y no, Carmen, nunca estabas fea porque era en los peores momentos cuando tu belleza más resplandecía.

En tus ojos siempre hubo esa chispa de vida, en tu sonrisa constante, la dulzura de tu ser. Y aunque tu cuerpo sufriera los desmanes de la enfermedad, tú siempre echabas arrestos para continuar. Porque tenías que seguir luchando hasta el final. Tenías motivos de sobra. Un marido que te adora, un hijo al que sorprender con tus alocadas ideas y una preciosa pelirroja a la que llevar a la iglesia el Día de su Primera Comunión.

Paso a paso, etapa a etapa fuiste sorteando la enfermedad, haciéndole verónicas al toro negro de la muerte… y pensabas, y pensábamos que podrías cortarle las dos orejas y el rabo y salir a hombros de la difícil faena que te había tocado en suerte.  Y entonces podrías brindarnos a todos tu triunfo, porque todos esperábamos con pañuelos blancos para ondear al aire tu victoria frente a la muerte.

Pero no siempre se gana, Carmen. Y cuando ya confiábamos en que podrías lograrlo, la traicionera enfermedad te dio una nueva embestida. Esta vez la cornada fue profunda y tú lo supiste.

Y con una fuerza sobrenatural lo preparaste todo para tu partida, preparaste a los tuyos para lo peor y te encargaste de dejar en nosotros tu risa como último recuerdo. Porque eso sí, ni el dolor, ni el agotamiento, ni siquiera la constancia de que te ibas, pudieron doblegar tu sonrisa, será porque quizás sabías que un angelito te esperaba en el más allá.

Te fuiste un sábado de Pasión, porque toda tú irradiabas esa fuerza apasionada por la vida. Y como  si fuera un designio, una señal divina, te despedimos en Domingo de Resurrección. No había acabado. Tú seguías con nosotros. Lo sabía, lo notaba.

Por eso el día en el que nuestros hijos celebraron la ceremonia del Perdón en el colegio, tú estabas allí. Por eso, el día de la Primera Comunión tú estabas allí, contemplando la bella estampa, atusándole el pelo a tu niña y guiñándonos un ojo a tus amigas. ¡ Lo habías conseguido!. De una forma u otra, habías conseguido estar presente en este día tan especial en el que todas nosotras fuimos también un poco madres de tu niña.

Será por eso que en ese momento nuestras lágrimas al recordarte se mezclaban con sonrisas que intuían lo que estaba pasando. No podías dejar de ser tú la causante de esas sensaciones indescriptibles que todas sentimos y que nos han unido aún más si cabe.

Esa unión quedó plasmada en la postcomunión de nuestros hijos, donde volvimos a sentirte intensamente a través de una lectura en la que nos enviaste un mensaje de tranquilidad: Tú estabas allí, donde quiera que sea, como un precioso y sonriente ángel que nos mira y nos cuida y que vela los sueños de tu niña.

Y  te echamos de menos, ¡claro que te echamos de menos!, en las meriendas, en los cumpleaños, en las comidas del cole… pero ya no estamos tristes. Porque hemos entendido. Y sabemos que no te has ido del todo.


Quédate tranquila. Queda en paz. Nosotros cuidaremos de los que aquí dejaste con tanto pesar y en cada ocasión festiva, brindaremos por tí, por tu saber estar, por tu fuerza, por tu coraje y por tu valentía. Brindaremos por una persona irrepetible que a pesar de sufrir tanto en la vida jamás perdió su sonrisa , que ha sido un modelo a seguir y que nos ha enseñado que el AMOR  verdadero nunca muere.
                                            
                                                                     ¡Va por ti Carmen!.


ANA GAMERO.

lunes, 27 de mayo de 2013

MI PLUMA


La comunicación es algo esencial en la vida del  ser humano, es su forma de conectar con el mundo que le rodea y socializar. Desde los primeros gorjeos, sonrisas y ajos buscamos la conexión con los demás y tratamos de expresar nuestros sentimientos, necesidades y estados de ánimo.

Esa comunicación va evolucionando a medida que crecemos, al igual que los soportes y medios para lograrlo. Porque la necesidad de comunicarnos es infinita e ilimitada durante toda nuestra vida y una herramienta fundamental para la auto-realización personal.

Hay quien encuentra el camino para plasmar su “yo” perfeccionando la comunicación no verbal  a través de la pintura, la escultura, la arquitectura, la alfarería, la fotografía o las manualidades. 

Y hay quien refleja su ser con expresiones tan efímeras y a la vez tan gozosas como la gastronomía y también existen aquellos, que como yo, escupimos en alma a través de la escritura.

No me alcanza la memoria para recordar ese afán mío, más bien la necesidad, de plasmar en una hoja de papel mi esencia.

Primero fueron las poesías, desvencijadas y pueriles sobre un cuaderno azul que adorné con colores. Más tarde llegaron las hojas de papel sueltas y atropelladas como mi adolescencia, en la que cualquier momento era bueno y necesario para dar rienda suelta a la tormenta interior que en mí reinaba.

Diarios secretos, blocs, agendas, incluso las esquinas de los libros que leía en el momento de sentir la urgencia de explotar en letras. Cualquier soporte era apropiado para sacar las palabras que se agolpaban en mi alma.

Y claro, no pude ser otra cosa que Periodista. Lo fui con vocación y por convicción. Y porque no podía, no quería ser nada más que Periodista.

Con mi máquina de escribir a cuestas inicié mis primeras incursiones profesionales en el mundo editorial. Y aquellas teclas… aquellas teclas parecían cobrar vida frente a mí. Y al ritmo del sonido del carrillo llenaban de letras esa hoja de papel vacía y solitaria que ahora, cual mariposa salida de un gusano de seda, era parte de mi ser.

Los tachones y el típex se acabaron con el ordenador, aunque aún guardo con veneración mi primera máquina de escribir. Sigo el mismo método. Abro la página en blanco y la miro. Y entonces, todo fluye. Todo sale. Todo toma forma.

Yo no necesito yoga, ni spas, ni acupuntura. Yo solo preciso escribir. Escribir y liberarme de la carga de sensaciones que inundan mi interior y que cual médico en el siglo de Oro, necesito sangrar y dejar brotar para poder equilibrar mi cuerpo y mi mente.

Es la mejor terapia para buscar en lo más recóndito de mi corazón. Porque escribir es para mí más fácil que hablar y es mi única forma de comunicarme con los demás. Si quieres conocerme, léeme porque  las palabras que salen de mi pluma son genuinamente yo.

Escribo lo que pienso, escribo lo que siento, escribo lo que sueño. Y soy feliz. Porque he encontrado el canal por el que encauzar mi espíritu arrebatado y mis ansias de decir aquellas cosas que no salen de mi garganta.

Quienes me conocen y me quieren me animan a ir más allá. A avanzar en el camino y traspasar las fronteras del artículo sin más para adentrarme en el mundo de la literatura con mayúsculas.

No sé si ese momento ha de llegar, pero como todo en mí, será en el momento menos esperado, el instante en el que ante una hoja blanca comience a brotar una historia del que no aún no sé el argumento ni el final pero que seguro será parte de mí.


ANA GAMERO.