lunes, 17 de diciembre de 2012

LA LOTERIA




Este año no necesito que me toque la lotería. Y mira que la cosa anda mal de dinero. Pero aunque la cuenta bancaria aparezca en números rojos, no, no necesito que me toque la lotería. Porque soy inmensamente rica. Tengo el mayor tesoro que se pueda desear: tengo amistad.  Y aunque parezca un tópico, en mi caso es la pura realidad.


No es una, ni dos, ni tres. Tengo amigas para cubrir las dos manos, dos manos llenas de comprensión, de achuchones, de silencios, también de risas. Dos manos con distintos nombres, con distintos caracteres, con diversos trabajos, con múltiples circunstancias, pero todas dispuestas a escuchar, compartir, ayudar, vivir conmigo. Vivir los momentos buenos. Vivir los momentos malos. Reir a boca llena. Llorar hasta que no queden lágrimas. Tender la mano y acabar con un abrazo. Nadar hasta mí y no dejar que me hunda. Buscar una bolla férrea a la que agarrarnos, juntas.

Sin palabras, casi sin gestos, saben exactamente cómo me siento. Debe ser que conocen mi mirada. Saben quién soy y cómo soy. Un lenguaje de amor desinteresado que yo he aprendido a hablar en su compañía.

No hacen falta cafés, no son necesarias visitas diarias ni llamadas con horario. Están. Estamos. Qué bonito verbo. Estar para los demás sin esperar nada a cambio. Solo a veces se requiere la recompensa de una sonrisa. Esa que sale de lo más profundo de un corazón agradecido, que late lenta y pausadamente, acompasado por el ritmo del resto de sus corazones amigos, insuflando energía, aliento, pasión por la vida y por las pequeñas cosas que la hacen tan bella.

No hace falta el dinero cuando se tiene la esencia . No cabe el odio teniendo compañeros de viaje que se guían por el corazón. No se entiende el rencor cuando la limpieza de sentimientos desinfecta el alma. No se habla el idioma de la venganza cuando sencillamente no se conoce la palabra.

En ellas sale el sol cada mañana. En ellas me miro y me reflejo. En ellas me apoyo para seguir caminando por este sendero de la vida, en el que aunque existan piedras y guijarros, también hay amapolas, mariposas y arco iris. En ellas encuentro los colores y el cielo se abre, las nubes se convierten en algodones mullidos y suaves que me acunan y las estrellas brillan en noches de luna llena.

En ellas encuentro la paz y la fuerza para seguir adelante. En ellas alcanzo el mañana, día a día.

En ellas se hace posible el milagro. Ellas son el milagro. MI MILAGRO.

¿Entiendes ahora por qué no necesito que me toque la lotería?

martes, 4 de diciembre de 2012

EL DESAHUCIO DE LA MULA Y EL BUEY



La crisis no respeta nada, ni siquiera a la Navidad. Este año las fechas navideñas también sufrirán recortes. Veremos menos luces en la calle, dispondremos de menos cash para realizar nuestras compras, tendremos que tirar de adornos de otros años para decorar nuestros hogares y en la mesa habrá menos dispendio. Solo nos quedará la alegría de cantar villancicos con las panderetas y zambombas al calor del tradicional anís. 

Pero cuidado, este año hasta las canciones populares sufren recortes ya que ha quedado eliminado del cancionero popular el tradicional villancico que suena tal que “Entre un buey y una mula Dios ha nacido…”.

Al Papa Benedicto XVI le han iluminado con la revelación de que en Belén, en el pesebre donde nació Jesucristo, no había ni mula ni buey. Y lo trascribe en  un libro sobre la infancia de Jesús en el que también dice que la Estrella de Oriente no era más que un cometa que pasaba por allí frente a los ojos de los Reyes Magos. Y no seré yo quien le rectifique ni niegue tales afirmaciones, pero hombre, digo yo que ya había otras cosas más importantes en las que pensar en estos tiempos de necesidad , señor Ratzinger.

¿Qué daño hacían la pobre mula y el buey en nuestra tradición?, ¿Qué hacemos ahora con la Estrella de Oriente, la colocamos sobre la copa de nuestros árboles de Navidad o la defenestramos de la cultura navideña?. Y es que lo que no pasa de ser un simple hecho anecdótico tiene su importancia en cuanto a que tales replanteamientos pueden generar incertidumbre y dudas sobre el resto de la historia sagrada.
Y con la crisis de valores que estamos padeciendo, con el hambre de esperanza que hay en el mundo, con las ansias de creer que todos tenemos, este Papa teólogo ha hecho un flaco favor a la fe.

Y aquellos que no creen, los ateos y agnósticos, se estarán frotando las manos en base a que estas afirmaciones pueden dar rienda suelta al relativismo y al cuestionamiento de nuestras creencias.

Todavía recuerdo el precioso Nacimiento instalado en plena Navidad en la Plaza de San Pedro de Roma, en vida de Juan Pablo II. San José, La Virgen y el Niño con la mula y el buey, tal y como lo han representado la iconografía, la imaginería y el arte pictórico a lo largo de los siglos. Ahora Ratzinger los ha desahuciado y tendremos que retirar a ambos animalitos de nuestros belenes pues según el nuevo Papa, no había bestias en el pesebre. Como poco, kafkiano, diría yo.

Yo, que crecí con ellos, que les canté villancicos, que visité belenes vivientes en los que no faltaban, ahora les tengo que decir a mis hijos que todo fue fruto de un capricho de Francisco de Asís.

Ahora solo nos falta escuchar que no eran 3 los Reyes que visitaron al Niño, sino dos viajeros, o que José no era carpintero, o que Jesús en realidad no se llamaba Jesús. Porque ya puestos y después de haberme jorobado parte de la infancia, una se espera cualquier cosa.

Así que yo pienso permanecer ciega y sorda. Voy a poner con mis niños el Belén y pienso colocar en él a la mula y al buey como también es mi intención subir a mi pequeño en brazos para que corone el árbol con la Estrella de Navidad.

Es mi particular forma de seguir teniendo fe en aquello que me enseñaron, en lo que me contaron como una maravillosa historia que sucedió en Oriente hace más de 2.000 años, un relato de amor, esperanza y magia que revivimos cada año desde hace generaciones, que repetimos cada Navidad y que transmitimos de padres a hijos con la fuerza de la verdad de nuestra religión.