martes, 17 de julio de 2012

UN VIAJE EN EL TIEMPO



Hace algunos meses cayó en mis manos el libro de Felix Palma, `El Mapa del Tiempo´. En él se vuelve a plantear el deseo del hombre por conocer otras dimensiones y viajar en el tiempo. El propio H.G Wells se convierte en protagonista de su propia historia, descubriendo que puede hacer todo aquello que un día soñó y que consideró imposible.

Y entonces, una idea se asoma a mi mente. Y si yo también pudiera desaparecer del escenario de mi vida y aparecer en otro tiempo, en otra parte?. ¿Qué haría?, ¿Dónde iría?. ¿Sería yo misma, mi antepasado o mi descendiente?. ¿Podría ir y venir a mi antojo, congelando el tiempo que no me guste y dilatando los momentos inolvidables?.

¿A quién buscaría?. ¿Sería testigo de excepción o podría tomar parte de esa vida paralela?. Todas esas preguntas y alguna más se han lanzado ya, no soy nada original. Pero a veces pienso: ¿ Y si se pudiera, de verdad?.

Siempre me ha apetecido conocer a Jesucristo, moverme en el Ágora con los filósofos Platón y Aristóteles, recorrer los templos egipcios. Viajar al pasado para conocer la historia. Pero, ¿ Y el futuro?. ¿Me gustaría conocer el futuro?. Es una cuestión difícil de dirimir, sobre todo si tenemos en cuenta la teoría del destino. Aquello que te ha de suceder, hagas lo que hagas, decidas lo que decidas, creas lo que creas.
¿Podríamos dar marcha atrás a nuestra propia vida si tuviéramos oportunidad de hacerlo?. Habrá quien firme, habrá quien no. Dependerá de las circunstancias. Pero sería algo tentador poder ser el dedo ejecutor de tus victorias y la goma de borrar de tus propios errores. Supondría la posibilidad de poder rectificar. Deshacer lo ya realizado. Vivir otra nueva vida llena de alegrías en las que los tropiezos solo fueran un Kit Kat.

¿Qué pasaría entonces con la responsabilidad?, dirán los más críticos y racionales. Pues, sencillamente, a la mierda con la responsabilidad. Porque aunque nos han inculcado la necesidad de llevarla perenne como una segunda piel, la mayoría de las veces nos impide ser verdaderamente felices, nos veta caminos prohibidos, nos tortura con la conciencia y nos hace ser, a veces, demasiado cobardes para hacer aquello que deseamos.
Por eso, si bien esta señora de ojos grises vestida de negro será una sombra en nuestra vida, hay veces en las que sería mejor dejarla ciega, muda y sorda, para que deje de martillear en nuestros actos y pensamientos como una vieja bruja que te dice en todo momento aquello que está bien y lo que está mal.

Nos hemos vuelto tan responsables que hemos olvidado lo que es la espontaneidad. Hemos dejado atrás los impulsos para atender a sus rectas razones, nos hemos vestido de negro y hemos dejado de brillar.
Hay momentos en los que tu mente explota y tu cuerpo se rebela. Y entonces hay un `crack´. Después de tantos años de formalidad impuesta y auotoimpuesta, la campanita de la rebeldía se oye a lo lejos, tímida, apagada al principio. Repicando si te acercas al abismo. Un precipicio, un acantilado, un salto sin paracaídas.

Un paso al frente, romper las reglas y lanzarte sin más pretensión que la de volar y sentir la libertad. Podrás estrellarte, pero habrá merecido la pena saborear esos instantes de locura en los que nada importa salvo tú y tus ansias de buscar otras vidas, otros momentos, otras historias que contar.
Pero no hay valor, no hay fuerzas, no hay ganas de probar. El miedo, la cobardía y el desconcierto ante lo desconocido pueden más y se alían con la responsabilidad para hacer de nosotros seres estáticos y aletargados que hibernan en sus respectivas cuevas a la espera de una primavera que, se supone, ha de llegar.

Pasa un invierno. Y después otro. Y otro más. Nos hacemos mayores. Nos atamos al trabajo, a la nómina y a la hipoteca. Nos refugiamos en nuestros hijos. Y dejamos de soñar. Y olvidamos nuestros deseos de juventud. Perdemos el punto de locura de la adolescencia y dejamos atrás todo aquello que suponga desestabilizar nuestra responsable y acomodada existencia.
Quizá por eso casi todos reconocemos en los años adolescentes la mejor etapa de nuestras vidas, irrecuperable, trascendental y enormemente bella y divertida.

Mi madre dirá al leer esto que la vida es así. Que no puedo ser Quijote. Que tengo que seguir cada etapa tal y como viene. Pero, ¿y si la vida no tiene por ser así?...

Si pudieras viajar en el tiempo. ¿Qué harías?...